Nadie es mejor profesional que persona

Nadie es mejor profesional que persona

Nadie es mejor profesional que persona

Nadie es mejor profesional que persona. Veamos cómo funciona esto.

Un profesional es una persona que desarrolla su trabajo alineado con las personas que trabajan a su alrededor, un responsable de personas, mando intermedio, directivo que genera en su equipo un clima de confianza y consiguiendo que quieran trabajar.

Alguien que entiende que dirigir no es solo comunicar decisiones, y que reparte su tiempo entre la empresa, los clientes y el equipo. Su cometido tiene un componente técnico, respecto al contenido de su trabajo y un componente de relación, con respecto a las personas que conforman su grupo de trabajo.

Con su equipo intenta conseguir compromiso porque sabe perfectamente que la implicación es más poderosa que la obediencia. Básicamente es un trabajo de comunicación e influencia.

Coincidirnos bastante en que buenos directivos consiguen que la gente confié en ellos. Pero también reconoceremos a los grandes directivos porque consiguen que las personas confíen en sí mismas; una gran diferencia.

Un buen líder es alguien, que de manera honesta ayuda a las personas para que puedan hacer bien su trabajo, siendo claro está, exigente y ofreciendo posibilidades de aprendizaje a las personas que trabajan con él.

Seguramente en alguna ocasión usted se habrá encontrado con algún ejemplar de esa especie, porque los hay. Cierto, desgraciadamente no abundan pero son fácilmente identificables. Consiguen sacar lo mejor de cada uno y hacen que la gente que trabaja a su lado tenga la opción de desarrollarse como persona y como profesional. Son personas que no enseñan, pero logran que aprendas.

Después de trabajar con ellos, parece que seamos mejores.

Una mala persona no llega nunca a ser buen profesional  

Cualquier jefe en cualquier empresa está revestido del poder que le da la organización para que pueda hacer “hacer”. Sabe que con ese poder puede obligar a las personas a someterse a normas y a la disciplina de la empresa. Pero también sabe que no es suficiente con la presión o amenaza porque con eso no llegara a la voluntad de las personas. Sabe que para ello tiene que conseguir un elemento clave; la autoridad, entendida como el nivel de confianza que las personas tienen en él. Y eso no se lo da la empresa. Eso se lo debe de ganar y ¿cómo?, normalmente, mediante el ejemplo.

Dicen, y debe ser verdad, que educamos a nuestros hijos no con la palabra sino con nuestra conducta. Sabemos que nuestros hijos nos miran, están atentos a nuestras reacciones en todo momento.

No le quepa la menor duda de que en la empresa ocurre lo mismo. Los trabajadores observan la conducta del jefe en todo momento y a su comportamiento le asignan un significado, lo tenga o no.

No es solo lo que dice sino básicamente lo que hace. La coherencia es precisamente eso: la correspondencia que hay entre lo que dice y lo que se hace. Y cuando esta se da, se produce la confianza. Nadie sigue a su jefe que no cumple con lo que dice, que no mantiene su palabra, o que carece de criterio propio.

No queremos decir que no existan jefes así, porque lo hay, un buen montón y sinceramente es una lástima porque el coste que tienen para la empresa es altísimo.

Nadie es mejor que nadie

Hay directivos que entienden que el equipo es un motor al que se les puede aumentar las revoluciones a voluntad. Si se estropea se lleva al taller y se arregla, si no, se cambia por otro. Muy simplista, porque la realidad de ninguna manera es así. Cuando se pierde la confianza, que tanto costo conseguir, recuperarla es realmente difícil y lento. Es por todo esto que necesitamos responsables de personas, mandos intermedios, directivos, hombres y mujeres que sean conscientes de esa responsabilidad

Hace ya tiempo que el factor diferenciador de las empresas no es el producto, ni el mercado, ni los clientes. Muy al contrario, la clave del éxito está en el seno de las empresas. Indefectiblemente las buenas empresas tienen buenos directivos. Pongamos un ejemplo: dos oficinas que atienden al público de una misma organización, en zonas parecidas, con los clientes parecidos y con los mismos productos. Una tiene resultados normales y la otra muy por encima de la media.

¿Dónde está la diferencia: en el equipo, en los clientes? No. Está en la calidad del director de esa oficina, en la manera que tiene de interactuar con su equipo, en la forma en que fija los retos, produce feedback, corrige, exige y reconoce. Curiosamente, cuando lo cambian, los resultados varían. En ocasiones hemos encontrado a algún buen directivo en una mala empresa, y ya hemos sabido lo que pasaría con él; es expulsado, o se va, o es fagocitado por la rutina y se convierte en un mal directivo.

La clave del éxito

Podemos echar mano del deporte para ejemplificar. Cuando un equipo no funciona al que cambian es el entrenador, no cambian a todo el equipo. Viene otro entrenador, interactúa de forma diferente con su equipo y los resultados varían. Por eso y no por otra cosa, los directivos son tan importantes.

No porque hagan el trabajo de los demás, sino porque crean las condiciones necesarias para que las personas puedan trabajar mejor. No son otra cosa que los servidores de sus equipos.

Es por ello que se puede ser un buen técnico y una mala persona, mala en el sentido de poco desarrollado, inmaduro, voluble, sin intereses y poco coherente.

Puede tomar acertadas decisiones técnicas, equivocarse en sus decisiones más personales. Alto coste para la organización, pero posible. Pero esto no puede ocurrir con un responsable de personas, mando intermedio o directivo. Nadie es mejor que las atribuciones descritas, porque la materia prima de estas personas está hecha con la razón, las emociones y los sentimientos que tienen como personas.

Dijo alguien que antes de demostrar que la persona tiene éxito en la empresa, ha de demostrar que tiene éxito consigo mismo, que lleva una vida digna y es consecuente con sus valores. No puedes organizar a los demás si tu no estas organizado, no puedes querer a los demás, si no te quieres a ti mismo. Así de simple y lógico.

Decíamos que hemos visto algunos malos directivos en ciertas empresas. Personas que han llegado a ocupar puestos de responsabilidad por no sabemos que causas.

Los trepas

Existen los “trepas” que han hecho de la adulación su profesión y a voces, se cuela algún energúmeno que solo piensa en él. Claro que los hay, pero les auguramos un corto recorrido.

Cuando las empresas toman mayor conciencia del coste humano y material que puede suponer un mal directivo toman decididas cartas en el asunto. Cada vez más es un dispendio que no se pueden permitir.

No hay ni pizca de ingenuidad en estas palabras. Al contrario, estamos hablando de eficacia. Así como la mayoría de empresas entienden que la fidelización en muy rentable y que tener aventuras extrañas se acaba pagando, también empiezan a entender que tener responsables de personas, mandos intermedios y directivos que queman equipos, que generan desmotivación, que no saben manejar las expectativas de su personal, es demasiado caro, Únicamente generan rechazo, nadie quiere trabajar con gente así. Nosotros desde luego no

¿A usted que le parece?

Sin duda, nadie es mejor profesional que persona.

Por ello, nadie es mejor profesional que persona.

Oscar Farre: Consultor y Formador en Tempo Consultoria Integral

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